Oculoplastia, una subespecialidad de la oftalmología que se encarga del estudio, diagnóstico y tratamiento de la patología palpebral, orbitaria y de la vía lagrimal
Uno de los motivos de consulta más frecuentes en Oculoplastia son las lesiones palpebrales y perioculares. En la mayoría de los casos son benignas, y su extirpación quirúrgica no suele revestir una gran complicación. Caso aparte merecen las lesiones malignas ya que, generalmente, son tumores de crecimiento lento e insidioso que pueden pasar desapercibidos. Su diagnóstico tardío puede provocar no sólo una alteración importante de la anatomía del párpado, sino que en casos puntuales pueden comprometer la integridad del globo ocular e incluso, la vida del paciente. Por todo ello, es fundamental el diagnóstico precoz y un seguimiento adecuado por parte del oftalmólogo.
El objetivo principal de la evaluación de una lesión palpebral es descartar su malignidad. En ocasiones es relativamente fácil, pero a veces hay que recurrir a una biopsia de la lesión extirpada para llegar a un diagnóstico definitivo, ya que en la consulta nos encontramos con que los tumores palpebrales pueden tener morfologías muy diversas y pueden simular cualquier tipo de lesión.
Para llegar a un diagnóstico más precoz, hay algunos signos que deben hacer sospechar del carácter maligno de una lesión. Se trata de lesiones con diámetro mayor a un centímetro, de crecimiento rápido, con pérdida de pestañas en la zona, cambios telangiectásicos (aparición de pequeños vasos en la superficie de la lesión), sangrado, ulceración con retracción de la piel, pérdida de la arquitectura del margen palpebral, cambios de pigmentación, induración de la piel adyacente, eritema (enrojecimiento) o recurrencia. Ante cualquiera de estos signos, se debe acudir a un oftalmólogo para que proceda a la realización de una biopsia con el objeto de que ésta pueda descartar una neoplasia maligna.
En ocasiones, lesiones tumorales de carácter benigno se extirpan, bien con un fin estético o bien porque provoquen molestias, tales como la sensación de cuerpo extraño. Unas de las más frecuentes son las queratosis seborreicas y los papilomas (verrugas). En la mayoría de estas lesiones, se puede hacer una extirpación quirúrgica total de la lesión y un cierre directo, bien mediante cauterización (aplicación de calor) en los bordes de la herida o bien mediante sutura.
De los tumores malignos, el más frecuente es el carcinoma basocelular. Es más frecuente en personas de edad avanzada y de piel clara, sobre todo, si han estado expuestas a la luz ultravioleta de forma prolongada a lo largo de su vida. Tiende a localizarse con mayor frecuencia en el párpado inferior y canto medial (nasal), zonas que reciben más luz solar que el párpado superior. Hay que sospechar siempre de cualquier lesión que se tenga en el párpado inferior de larga evolución, dura, de aspecto perlado, con pequeños vasos sanguíneos que han podido sangrar en alguna ocasión, y que tenga una depresión o cráter en el centro.
Una vez se tenga el diagnóstico de sospecha de tumoración maligna se tiene que programar la cirugía de la misma, siempre con la misma premisa: realizar una resección lo suficientemente amplia que asegure la eliminación del tumor, conservando la función y anatomía de los párpados con el objetivo de obtener un buen resultado estético La técnica quirúrgica que se emplee va a depender de la profundidad, extensión y localización de la lesión sospechosa.
En lesiones de pequeño tamaño y que afecten parcialmente al espesor del párpado es suficiente con la extirpación de la lesión con un margen de seguridad de 2-3 milímetros y un cierre directo de los bordes. Si, posteriormente, la anatomía patológica asegura que esos márgenes de seguridad están libres de tumor, no habría que hacer ningún tratamiento más, salvo el seguimiento del paciente, por si la lesión reaparece. En lesiones de mayor tamaño, puede ser necesario cubrir el defecto de piel que se ha extirpado con un colgajo o con un injerto de piel de similares características de otra zona del cuerpo, generalmente, de otro párpado o de la zona retroauricular.
En tumoraciones que afecten al espesor completo del párpado, la técnica que emplearemos dependerá del tamaño de la lesión, es decir, de la longitud palpebral afectada, respetando los márgenes de seguridad anteriormente descritos para cercionarnos de haber extirpado la lesión por completo. En resecciones de hasta el veinticinco por ciento del total de la longitud del párpado, es suficiente una sutura directa, con cuidado siempre de dejar correctamente alineado el borde palpebral al objeto de obtener un buen resultado estético.
Para resecciones del párpado del veinticinco al sesenta por ciento, podemos utilizar la técnica denominada “Colgajo de Tenzel”, que se basa en deslizar piel de la parte más externa del párpado hacia la zona que hemos extirpado, para que ayude a crear un nuevo margen palpebral.
Para lesiones en las que es necesario eliminar más del sesenta por ciento de la longitud del párpado, está indicada la Técnica de Hughes. En ella utilizaremos un colgajo del párpado superior para reconstruir el inferior, recubriéndolo finalmente con un injerto de piel. Estas técnicas son más complejas y suelen requerir anestesia local asociada a sedación del paciente.
Por todo esto, es importante que ante una lesión palpebral que cause una alteración estética, funcional o que presente alguno de los signos de alarma descritos, se consulte con un especialista en Oftalmología. Aunque en la mayoría de los casos se trata de lesiones benignas, el diagnóstico precoz y la extirpación de lesiones malignas con un margen de seguridad adecuado mejoran sensiblemente el aspecto anatómico y la función de los párpados, minimizando las posibilidades de recidiva. Las actuales técnicas quirúrgicas de reconstrucción palpebral y periocular nos permiten alcanzar resultados estéticos altamente satisfactorios en un alto porcentaje de los pacientes.