Los especialistas advierten que puede provocar visión borrosa, fatiga ocular, ojo seco o visión doble, entre otros afecciones
El síndrome visual informático es un cuadro temporal resultante de enfocar los ojos en una pantalla de ordenador u otros dispositivos digitales durante períodos prolongados e ininterrumpidos de tiempo. Algunos síntomas de este cuadro incluyen visión borrosa, fatiga ocular (astenopia), ojos secos, irritados o enrojecidos, visión doble y dificultad para reorientar los ojos. También se pueden asociar dolores de cabeza, cuello y cansancio, en general. Esta sintomatología puede agravarse por condiciones de iluminación inapropiadas o un flujo de aire en movimiento más allá de los ojos, por ejemplo, rejillas de ventilación o el aire directo de un ventilador.
Debida a la gran atención que prestan los usuarios a las pantallas de este tipo de dispositivos, sobre todo y cada vez con más frecuencia los niños, el número de parpadeos por minuto desciende hasta provocar una rotura de la película lagrimal por desecación y como consecuencia los síntomas citados.
Hay ocasiones donde el parpadeo se olvida. Es una circunstancia que puede ocurrir de manera coyuntural, aunque cada vez sucede con una frecuencia y de manera menos aislada de lo deseado. En la actualidad, algunas de las preguntas más frecuentes que se llevan a cabo en las consultas de oftalmología infantil están relacionadas con este hecho. Su conexión directa alude a un concepto que define como el “síndrome visual informático”. Una situación que tiene lugar cuando los ojos están expuestos de manera prolongada a algún dispositivo digital con pantalla de cualquier dimensión.
“El efecto que causa en la visión es la sequedad ocular debido a que a la persona se le olvida parpadear”, explica el doctor Diego José Torres, jefe del departamento de Oftalmología Pediátrica de Innova Ocular La Arruzafa de Córdoba. El mismo especifica que “cada vez son más frecuentes las dudas de los padres en este sentido porque sus hijos emplean dispositivos desde muy temprana edad”.
Habitualmente, este síndrome se ha vinculado más a personas de edades adultas, porque son los que tradicionalmente han hecho un uso, profesional o lúdico, más intenso de estos dispositivos. Pero, de unos años a esta parte, “el empleo de móviles, tabletas e incluso pantallas de ordenador es extensivo también en niños cada vez de edades más tempranas”, significa Torres.
Ante esta realidad, los expertos aconsejan a los padres que sus hijos lleven a cabo “un uso moderado” en edades preadolescentes de estos dispositivos. En niños, a tenor de la edad, se llega, incluso, a desaconsejar el empleo de dispositivos electrónicos por los daños que puedan ocasionar en la persona.
“Lo recomendable es que entre los 0 y los 2 años, ninguna persona tenga contacto con este tipo de tecnología; entre los 3 y 5 años, no sobrepasen la hora de uso, a lo sumo; y entre los 6 y los 18 años, restringir su utilización a dos horas como máximo”, manifiesta el especialista.
En esta línea, recalca que ya existen terapeutas de reconocida reputación mundial que advierten de que los niños utilizan cinco veces más estos dispositivos que el tiempo recomendado. Torres explica que “hay países donde se está alertando del daño que puede ocasionar en menores de doce años el acceso y abuso de las tecnologías digitales tipo teléfonos móviles, tabletas o juegos electrónicos”, en alusión a Canadá, por citar un ejemplo, donde organismos como la Fundación Kaiser y ‘Active Healthy Kids’ ya realizan demandas en este sentido.
Para fundamentar dichas recomendaciones, los especialistas redundan en varios argumentos deducidos de estudios científicos que confirman que en el desarrollo del cerebro una estimulación excesiva causada por el empleo de estos dispositivos puede estar asociada a déficit de atención o retrasos cognitivos. En esta línea, también se vincula al retraso en el desarrollo de la persona, afectando negativamente a la alfabetización y el rendimiento en el aprendizaje.
Los trastornos en el sueño, la propensión a la obesidad, la incitación a la agresividad o la demencia digital, entre otros procesos, también están relacionados con la sobreexposición y el incorrecto uso de estas tecnologías, especialmente en niños. Una mención notoria cabe entenderse a partir de teorías reconocidas por la Organización Mundial de la Salud (2011) que clasifican a los teléfonos móviles y otros dispositivos de tipo inalámbrico como de riesgo en categoría 2B (posible carcinógeno), debido a la emisión de radicación.
Para el oftalmólogo, “estos argumentos invitan a llevar a cabo una reflexión profunda desde el punto de vista de los progenitores, la comunidad médica e incluso autoridades sanitarias”, al entender que “nos podemos enfrentar en el futuro a problemas de suma relevancia”, en alusión a las consecuencias oculares, de un lado, y sociales, de otro, que pueden generarse a partir del citado síndrome.
Consejos
Desde el departamento de Oftalmología Pediátrica de Innova Ocular La Arruzafa, sus especialistas recomiendan para combatir este defecto visual provocado “moderar mucho el uso de esta tecnología, especialmente en menores”, tal y como se ha referido. La oftalmóloga Beatriz Pérez Morenilla, del mismo departamento, asevera que “si aparece este síndrome, hay que procurar llevar a cabo un parpadeo más dinámico varias veces por minuto para evitar el picor y la irritación”.
Los principales síntomas que se presentan ante esta circunstancia suelen reflejarse en visión borrosa o doble; la sensibilidad ante luz intensa; lagrimeo; sequedad ocular; picor e hinchazón facial; dolor muscular; o, incluso, cefaleas, migraña, náuseas, vértigo o dolor articular.
Con respecto al uso de los dispositivos, se recomienda mantener “una distancia prudencial entre los ojos y la pantalla”, algo útil para evitar una sobrecarga del trabajo visual.
El uso de una iluminación adecuada, suprimiendo el brillo de las pantallas y hacer así que los colores adopten un color más suave; el empleo de un antirreflector; el desuso de pantallas en ambientes oscuros, que generan menos impacto; o tener lentes de contacto de apoyo, “resultan de ayuda para paliar los efectos negativos del síndrome visual informático”, apunta la especialista.
Asimismo, Torres puntualiza que “modificar el estilo de vida y los hábitos con estos dispositivos son indispensables” para prevenir problemas de este tipo. “Pese que a priori, no se detecta un aumento en el volumen de consultas por este motivo, sí que es cierto que la gran mayoría de los padres pregunta por si un uso abusivo de tecnologías con pantallas puede ser perjudicial para la salud visual”.
El oftalmólogo recuerda que “realmente, por sí mismos, los dispositivos no provocan problemas añadidos de visión. Lo que ocurre es que los niños que usan estos dispositivos prestan una atención anormal, diferente que redunda en un número menor de los parpadeos por minuto. Eso genera problemas de sequedad en el polo anterior del ojo, síntomas de irritación o lagrimeo, por citar algunos. Como consecuencia, a veces obligan a que el niño tenga que usar lágrimas artificiales”.
En este sentido, enfatiza que “en la sociedad en la que vivimos, casi todo se realiza en distancias cortas (estudio, lectura…), también con los dispositivos electrónicos, una circunstancia que puede vincularse como uno de los factores del aumento de miopía en los estudiantes”, concluye.